domingo, 31 de agosto de 2014

De mis demonios.

Dicen que no se puede tener todo en la vida, y con esa cantinela yo asumía que no podía quejarme. Lo tenia todo excepto una cosa.... un conjunto de pequeñas cosas me faltaba para tenerlo todo en la vida. Pero claro... sé y siempre he sabido que no me puedo quejar que no tengo ningún derecho a quejarme. Aún así yo sin querer añoraba aquello... querer rojo, querer fresa, querer luna... ganar la partida. Y claro ahora este estado de hiperfelicidad me asusta.... no se puede tener todo. Lo sé y lo asumo pero ¿entonces? Que me falta... si tengo todo lo que quiero... si tengo el cielo y al diablo aliado con mi cintura. ¿Qué mas se puede pedir?

miércoles, 20 de agosto de 2014

El contador de estrellas.

Al contrario que mucha gente, cuando Hugo miraba el cielo no se sentía pequeño, al contrario, se sentía importante por pertenecer a algo tan grande.  Hugo se quedaba embelesado mirando cada estrella, imaginandolas en su grandeza colgadas del cielo, solitarias y pensaba si sabrían que el las miraba a todas a la vez.
A medida que Hugo fue creciendo creió con él su interés por el universo. Hasta que un día conoció a la única persona que supo comprender su interés. Ella le propuso un día que contase las estrellas y le dijo que lo amaría un año de su vida por cada estrella que contase. Hugo, lleno de curiosidad y amor se aventuró en aquella inmensa misión.
Hugo cargó sus pertenecias en una mochila y comenzó a viajar por el mundo.  Los cinco continentes en un itinerario con el único fin de conocer todas las estrellas.
Cada noche apuntaba en su libreta las estrellas que contaba dormía por las mañanas y por la tarde recorría las ciudades. Bruselas, Praga y París;  Buenos Aires, México DF y la Habana. En la India convivió con una familia de 15 hijos que compartían un kilo de garbanzos con él a la hora de comer. En Nueva York le cerró la puerta en las narices el dueño de un rascacielos. En China se sintió solo, al llegar a Siberia los recibieron con el calor de un abrazo. Jugó al golf entre castillos escoceses, junto a una tribu Masai aprendió que el tiempo de verdad no lo mide ningún reloj. Y un día acabó su itinerario, dio la vuelta al mundo y regresó.
Allí Ella lo esperaba y durante 6600 años, lo amó.