Hace unos días encontré un relato que escribí para participar en un concurso en el cual tuve la suerte de ganar. Es de hace dos años y me gustaría dejarlo aquí.
Las cosas nunca son lo que parecen y a mi , que siempre había tenido suerte en todo lo que me había propuesto, en mi carrera, mi familia, mis amigos y trabajaba en el trabajo de mis sueños me pasó esto. Mis tres asistentas hicieron las maletas. Yo decidí que no soportaría más criticas y humillaciones públicas que me iría a mi país natal. Cogimos el avión y pronto llegamos al aeropuerto de Barajas en Madrid. Mi padre nos recogió y cada una fue a su casa. Dos meses más tarde conseguí un puesto de profesora de lengua en un instituto de Chiclana. Hice las maletas y me fui. Al llegar A Chiclana fui a mi nueva casa. Hablé con la casera y recorrí la casa. , la cocina, plateada y color madera, el salón, espacioso , colores crema y chocolate, con el sofá, la mesa baja , la televisión, la mesa alta del comedor con seis sillas y el precioso piano blanco de pared, mi habitación, en blanco y negro y el lavabo, azul mar, era preciosa. Deshice las maletas, fui a comprar y pedí que me llevaran las cosas a casa. Compré tanto que me habría dado para comer yo y dos familias en la tercera guerra mundial. Decidí salir, a conocer la ciudad, decían que el mar cambiaba a las personas y las ciudades, lo quería comprobar. Tenía razón. No era nada comparado con Madrid, se podía pasear tranquila. El sol te abrazaba, las nubes sonreían y la sensación del mar era como pequeños y casi imperceptibles besos en los brazos, se sentía el calor, la felicidad, y los sueños de cada persona, había flores y si cerrabas los ojos la brisa de la costa te envolvía. Cada esquina escondía un secreto, cada persona una historia que escribir, para no perderla. Paseando se me hizo de noche y volví a casa.
A la mañana siguiente me levanté, me vestí y fui al instituto. Hable con la dirección, conocí a varios profesores y me fui a clase, tenía con mi tutoría.
- Buenos días- dije al entrar.
- Buenos días.
- Soy Elena, vuestra profesora de lengua y vuestra tutora. Voy a pasar lista, levantar la mano para ir conociéndoos, y, os vais a sentar por orden de lista – Pasé lista y se fueron sentando. Les expliqué como serían las clases y la última media hora les pedí que me escribieran en un papel todo lo que les gustaba. Más o menos hice eso en todas las clases. Llegué a casa cansada. Había ido andando con una compañera del instituto. Una chica cordobesa orientadora. De pelo castaño y menudita. Una chica muy linda que sabía escuchar y hablar, Sara.
Al llegar comí y empecé a leer las fichas. La de la primera de la lista me sorprendió, y la analicé hasta quedarme dormida, Marta decía esto:
Me llamo Marta Acosta Arenas, mis padres se llaman Evaristo y Lola. No tengo hermanos ni hermanas, me gusta leer y escribir, odio las mentiras, las matemáticas y el recreo en el instituto, también los juegos de grupo en educación física. Dicen que soy callada sosa e introvertida, pero, yo creo que nadie me conoce bien, no soy callada, solo tímida porque con quien no me da la oportunidad de abrirme a el, no soy sosa, solo me siento algo sola, y soy introvertida porque no me han dado oportunidades de abrirme o hacer amigos. No hablo mucho, los recreos me gusta pasarlos leyendo, escribiendo o componiendo en la biblioteca. Si, me gustan las letras, Pero, lo que más me gusta, incluso me atrevería a decir que me apasiona es la música, componer, cantar y tocar el piano. Es lo que hace que aún siga aquí, y no me haya tirado de un puente. Sueño con tener amigos, salir con ellos los fines de semana, y convertirme en una cantante profesional y novelista a la vez.
Me chocó tanto que la guarde y me acosté, Sara había estudiado psicología y quería que me dijera que pensaba. Sara me dijo que creía que sufría acoso escolar, que intentara hablar con ella. Al llegar a clase empecé con ellos el temario. Les expliqué las formas del discurso y cuando se fueron a tecnología pedí a Marta que se quedara.
- Marta, quiero hablar contigo porque he visto tu relación con tus compañeros de la clase, además he leído tu ficha, me han sorprendido varias cosas. ¿Te has dado cuenta de que has puesto que odias todo lo que tenga que ver con relacionarse?
-Lo se, no me gustan los grupos.
- ¿Por qué? – Marta no contestó, bajo la cabeza colorada.
-No pasa nada, cuéntamelo, nadie más que tú y yo sabrá lo que estamos hablando aquí.
- De acuerdo, la verdad, aquí no tengo amigos, dicen que soy rara, empollona, chivata y una niña rica y mimada que solo piensa en ella.
-¿Te has chivado alguna vez de algo?
-No, eso empeoraría las cosas.
-¿Entonces?
- La verdad, es que yo no hablo mucho ni intento defenderme, es inútil cuando son todos contra mi, además, no es solo en el instituto, simplemente, no tengo más amigos que mis libros, los personajes de mis cuentos, y mi profesora de coro del conservatorio.
- ¿Tus padres lo saben?
- No
- ¿No se extrañan de que no salgas con tus amigos como todos los demás?
- La verdad, mis padres sólo me dejan salir hasta las siete y media por eso voy algunos viernes a la biblioteca o a casa de mi profesora, me está enseñando a cantar, y yo a ella a escribir poesías.
-Por eso, tus padres no se extrañan ni sospechan y los de clase te tratan así.
-Exacto. Además cuando llegan de trabajar son las siete por eso solo saben si he salido y a donde he ido por la asistenta, a la que por cierto, miento.
- ¿Por lo de la asistenta es lo de niña rica?
- Y porque a diferencia de los padres de los demás que son carpinteros a constructores mis padres son abogados y cobran cada uno el doble de lo que los padres de los demás padre y madre.
- ¿Por una asistenta y dos abogados? Eso no es nada mira, mi padre es dueño de tres bufetes de abogados y más de cincuenta empresas distintas, yo, de pequeña no tenía una asistenta, en casa de mi padre hay más de veinte, cinco mayordomos yo de pequeña tenía tres niñeras para mi sola y mis hermanos otras tres cada uno. Pero mírame a mi trabajo de profesora por lo que mi padre cobra en dos días, que ya es mucho, no tengo asistentas y voy a todos sitios en autobús, somos personas distintas a nuestros padres, ese no creo que sea el motivo por el que te rechacen.
- Pues entonces no lo se, pero lo que me has contado es increíble. No pareces profesora de lengua, además me suena mucho tu cara. –Elena se estremeció, no podía descubrir su pasado.
- No se porque.
- Si, ¿sabes de que me acordé la primera vez que te vi? - Elena negó con la cabeza.- me vas a decir que es una tontería, pero se me vino a la cabeza. La pasarela Cibeles del año pasado.
- ¿Por qué?
- No sé, me vino a la cabeza, como un flash fue una sensación rara, como si tu sitio fuera ese, sobre la pasarela. Y, la verdad, podría ser, alta, delgada, muy guapa, con esa melena negra larga y brillante, y esos ojos color manzana y miel tan grandes y profundos, tan dulces e expresivos, sabes, tus ojos son como un agujero para ver lo que sientes, no se callan, y solo dicen verdades sobre ti, como ahora, que me dicen que mientes, y que si sabes de que me suena tu cara.
- Muy lista y muy segura te veo.
- Te repito que cuando cojo confianza puedo ser muy extrovertida
- Se ve, se ve. Pero, volviendo al tema, deberíamos intentar arreglar esto ¿no?
- No creo que sea posible, pero – Marta me dio la mano- ¿porqué no intentarlo? Solo si me ayudas claro.
- Por supuesto. Ahora, ve a clase va a tocar el timbre y no creo que te quieras perder música. Y si necesitas algo, me buscas, estaré en la sala de profesores.
- Claro, adiós- la niña salió por la puerta, con una sonrisa en los labios, o al menos, eso me pareció, se volvió y terminó diciendo- y Elena, muchas gracias, necesitaba hablar.
- De nada.
Salió y pensé un poco en la conversación, me la había ganado, y ahora, se abriría a mí.
Ese día tuve una guardia inesperada, sustituí al profesor de dibujo que estaba enfermo durante el recreo. Cuando revisamos que no hubiera nadie en los baños ni en las clases escuché en el baño de las chicas un llanto silencioso y ahogado. Abrí las puertas, no había nadie, excepto en el último, allí, llorando, me encontré a Marta, con los ojos rojos y los labios secos de llorar. Le ofrecí un pañuelo y la abracé, cuando dejó de llorar y se tranquilizó me atreví a preguntarle:
- Marta… ¿Qué ha- antes de que pudiera continuar ella me contestó.
- Daniela, me ha esperado en la puerta del baño, cuando he salido ella estaba allí, me ha metido de un empujón y me ha pegado, junto con tres más que se habían escondido dentro. Me han escupido y me han insultado, me han dicho de todo, estoy harta, no por los golpes, si no por el rechazó, los insultos, las miradas de asco, los gestos.- Marta me contó mil historias, y mil sentimientos se abrieron, como si llevara queriendo soltarlo mucho tiempo. Así, sonó la campana del recreo, ella se lavó la cara, se peino un poco, cogió su mochila de marca y se fue a clase.
Yo medité todo un, momento e hice lo mismo, ese día al llegar a casa no tenía hambre, lo que me había contado era escalofriante, corregí exámenes y ejercicios para olvidarlo, a las once, sin probar bocado me acosté.
Las tres de la mañana y aún no podía dormir. Después de lo que me había dicho Marta, de los insultos, las patadas, los empujones, las tizas, los borradores, las bajadas de pantalones en medio del pasillo… Tenía escalofríos debía hacer algo por esa niña, era muy simpática, verdaderamente encantadora; pero todos sus compañeros la rechazaban. Para ella ir al instituto era un castigo, el recreo una pesadilla. Diariamente era humillada por los que parecían tener el poder allí. Los profesores no lo sabían, sus padres lo ignoraban. Solo se permitía llorar a solas y clamar al cielo en silencio. No eran los moratones lo que más la dolían, sino, el rechazo los insultos, la marginación…
A la mañana siguiente me levanté súper cansada, tenía tantas ojeras como un oso panda. Me puse los vaqueros pitillos con la blusa de flores beige y marrón. Me recogí el pelo, me maquillé un poco y me fui. Hablé con Sara de lo que me pasaba con Marta. Decidimos que hablaríamos con ella las dos, para que se tranquilizara y pudiéramos solucionarlo, en el recreo iríamos a hablar con ella. Cuando tuve un momento fui a la clase para buscarla. Allí vi algo que me sorprendió, sabía que ella sufría, pero, le estaban pegando en la cabeza y tirando tizas. Después de poner un par de partes y hablar con Marta me fui, lo dejé como si hubiera sido un caso puntual. Pero ya tomaría parte al respecto. A la hora del recreo Sara, Marta y yo nos reunimos en su despacho. Sara le preguntó varias cosas y ella le fue contestando todo lo que sentía, acabó llorando abrazada a mí. Quedamos en intentar hablar con sus padres si esto no se solucionaba pronto. Ella intentaría hacer amigos y nosotras la ayudaríamos.
Esa noche estuve pensando. La verdad, durante más de tres meses había estada ahogándome en mis penas, primero por la muerte de mi madre, después, por el pequeño accidente, los críticos me habían acribillado a base de insultos, habían corrido sobre mi toda clase de bulos y calumnias que hasta yo misma había llegado a creer. Pero, desde
Que había llegado al instituto, había comprobado el sufrimiento de Marta y la estaba ayudando, mis problemas se habían desvanecido, mi sufrimiento, comparado con el suyo, parecían las fallas de Valencia, alegría y fiesta, ella lo había sufrido por dentro, y sola.
Esa tarde recibí una llamada inesperada, Ángela, la profesora a la que sustituía en el instituto me llamó para contarme que en un mes se reincorporaría a las clases. Le dije que me alegraba mucho por ella, pero al colgar me hundí. No quería irme del instituto.
Al día siguiente, el director me llamó a su despacho. Me dijo que llegaría una chica nueva a mi clase, Lara Sevilla Morales. En la clase de lengua la conocí. Rubia de ojos negros, profundos , muy guapa y extrovertida. Hablaba con todo el mundo, y lo que más me gustó, en el recreo la vi paseando con Marta. Marta empezó ha abrirse y hacer amigos. Yo estaba feliz.
El día que me tuve que ir Marta y toda mi tutoría organizaron una fiesta. Sara también asistió. Ese día llego Ángela, quería saber como iban las cosas para reincorporarse el lunes. Era mi último día, desayunamos, bailamos y charlamos, hicimos juegos de grupo, y me hicieron un regalo, un bolso negro de cuero que me encantó. Después de terminar con las fotos les di a Marta y Sara mi correo electrónico y mi dirección madrileña. Ese día también desvelé a Marta mi secreto. Le conté de qué le sonaba mi cara. Yo había sido modelo en Sudamérica. Ella me había visto en la pasarela Cibeles. Un día un vestido demasiado ajustado estalló mientras yo desfilaba, me quedé en ropa interior, me empezaron a criticar y hacer fotos con mala intención, yo estaba débil porque mi madre acababa de morir, entre ambas cosas me hundí. La depresión pudo conmigo. Por eso, para olvidarlo comencé a trabajar de profesora.
Tres meses más tarde me llego una carta con remite de Chiclana, era de Marta. Decía así:
Elena:
La verdad, cuando me diste tu dirección no sabía para que la iba a utilizar, pero tengo un buen motivo.
Se que parecerá muy triste, pero, antes de que llegaras casi no sonreía, mis notas habían bajado y me hacía pis en la cama. Para mi todo era horror, lágrimas y tristeza. Cuando llegaste no pensé que nada fuera a cambiar. Pero tú me ayudaste, no me volví a sentir sola. Luego hablaste con Sara y todo cambió, llegó Lara, y ahora, soy de las chicas más felices y populares del instituto ¿Lo puedes creer? ¡Yo!
La verdad creo que sois mis ángeles de la guarda, que Sara y tu siempre vais a estar ahí y que no me vais a dejar llorar sola. Por eso esta carta solo tiene una razón, os debo mi alegría y mi suerte.
De corazón, a las dos, gracias.
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