jueves, 31 de enero de 2013

Observador.

Llegué a la playa de aquel inhóspito lugar,donde la arena era tan fina que se quedaba impregnada en la piel como un polvo dorado. El agua que me había llevado hasta allí se había calmado tras la tormenta y lucía brillante y transparente. Viendo que no tenía forma de salir de aquel lugar me decidí a investigar el espacio de que rodeaba. La playa se veía rodeada por un frondoso bosque de plantas exóticas que jamás podría haber siquiera imaginado ver. Más de un millón de tonalidades diferentes de verde me rodeaban acompañados de colores naranjas y rosáceos que reinaban en las flores de grandes pétalos. Se podía oir el murmullo de aves que no alcanzaba a vislumbrar y pude observar mamíferos parecidos a las ardillas pero que sin duda no eran ardillas comunes. Su pelaje era de un tono anaranjado y sus ojos completamente azules, tenían una cola corta y las patas traseras muy largas, lo que les permitía avanzar dando grandes saltos. Despistado por la magia del paisaje caí en un profundo boquete en el que quedé atrapado. Las paredes, demasiado lisas, hacían inutil el intento de escalar. Intenté de todas las formas que se me ocurrieron salir de aquel lugar y cuando me disponía a intentar romper las paredes para crear huecos por los que poder escalar una cuerda calló sobre mi cabeza. Miré hacia arriba pero no vi nada. Tiré de la cuerda y tras cercionarme de que estaba bien sujeta comencé a subir. Llegué desde arriba viéndome librado de mi prisión y al levantar la vista del suelo pude ver unos pies pequeños claramente de mujer. Fui subiendo con la mirada para ver unas piernas suaves y firmes que subían como rascacielos para esconder sus muslos en un vestido blanco. Las caderas se intuían cómo dibujadas con pincel. Unos pechos redondos y pequeños que se veían aumentados por la postura con la que la misteriosa chica tenía cogida la cuerda y unos brazos largos con manos de dedos finos. Al ver que yo estaba ya arriba soltó la cuerda y levantó la cabeza dejando al descubierto poco a poco la cara que se había mantenido escondida tras su melena cobriza. Un cuello esbelto, una barbilla fina y poco marcada, unos labios rosáceos y una boca pequeña con una sonrisa sincera. La nariz, como su tez, morena y pequeña. Y por último, bajo su amplia frente un enorme y resplandeciente ojo color verde que reinaba en su cara.

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