-¿Por qué estáis aquí?- preguntó Marta.
Todas sabíamos su motivo, pero ¿y los nuestros? eran secretos, que se deberían ir descubriendo con el paso del tiempo, y todas lo sabíamos. Empezamos a contar, desvelamos nuestro pasado, y poco a poco, la cuádruple habitación del internado se fue llenando de historias.
- Mi madrastra, cuando mi padre murió, empezó a creerse las películas de Walt Disney, me obligó a dejar el instituto y empecé a ser su cenicienta, me pegaba .- dijo Andrea con los ojos llorosos.
- Mis padres, no tenían dinero para mantenerme, y empezaron a traficar con drogas, hasta que se engancharon y me perdieron.- dije yo. - por eso no los veo.
-Yo no la quiero ver. Maldita bruja. - contestó Andrea con rabia.
- Solo faltas tu, Alejandra.- dijo Marta, siempre un poco bocazas.
- ¿y a vosotras? ¿Qué c... os importa?
- Tranquila, Ale, si no quieres contarlo, no pasa nada. Pero no te pongas así.
- Okey, perdón, me cuesta contarlo, me duele recordarlo. Pero, bueno, es justo que lo cuente. Al contrario que vosotras, fui yo misma la que se metió aquí, mis padres no tienen la culpa, es más, vosotras los conocéis, vienen a verme.
- Si.
- Bueno , pues... Cuando entré en secundaria, me enamoré de un chico muy guapo del colegio, pero era de lo peorcito, repetidor y de la banda de "chicos malos" del "cole". Tuve la suerte, o la desgracia de que se fijara en mi. En poco tiempo empecé a salir con su panda. Pero, claro, salir con ellos significaba hacer lo que ellos. Paraban en un descampado en los suburbios, se sentaban tras unos bidones y unos coches oxidados, a hablar y a beber, al principio yo no bebía, pero el me convenció. Empecé a beber, a llegar tarde, y mi rutina siempre era la misma. Iba a clase, cuando iba, salía y comía con mis padres, me cambiaba, y me iba con ellos. Una vez allí, me besaba con el. Me emborrachaba, tomaba otras sustancias además de alcohol, mezclaba bebidas. Al llegar a casa, intentaba no hacer ruido, me iba al baño, lo agarraba abrazándolo, y vomitaba. Me acostaba, y la cama daba vueltas, me agarraba a la mesilla, pisaba el suelo, como queriendo encontrar un freno, me caía, y me quedaba dormida en el suelo. Mi madre nunca me descubría, había aprendido a vomitar y acostarme si n hacer ruido, era toda una experta en el disimulo. Empecé a mentir. Ellos se levantaban y se iban mucho antes que yo, nunca veían si me levantaba para ir a clase.
Cada vez faltaba más a clase, cada vez vomitaba más callada, cada vez mezclaba más cosas. El me enseñó donde conseguía la droga, donde compraba el tabaco , el alcohol... Un día, estábamos allí, bebidos, todos, cuando, el, se cayó, se cayó bocabajo, sobre unos cristales, uno de ellos se le incrustó en el ojo, llamé a la ambulancia. El perdió la vista, y en una semana, también la vida. Empecé a vestir de negro, empecé a ir al cementerio a verlo todos los días, allí, bebía y fumaba por él y por mí. Un día, me desmallé bebiendo. Me encontré en el Hospital. Mis padres estaban a mi lado e intentaron ayudarme desde casa. No fue posible, así que creyeron que lo mejor era meterme interna aquí, lejos de todo, sería mejor. Y la verdad. Tenían razón. Me ayudaron tanto...
Por eso estoy aquí, por eso rompí mi vida.
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