lunes, 5 de agosto de 2013

cuestión de priorizar

Salia sin peinar la mitad de las veces,  toda llena de enredos, la otra mitad recogía su larga cabellera en una cola alta llena de imperfecciones.  Si alguien comentaba algo solía contestar que estaba demasiado ocupada para dedicar su tiempo a una maraña de pelos que algún día acabaría por rapar. Tenia los ojos cansados de leer papeles y solo se le calmaba ese cansancio con una buena novela que contase suficientes mentiras como para olvidar que se podía decir la verdad.  Estaba ocupada en crecer intentando no superar ese metro ochenta y cinco que tanto echaba para atrás a los chicos que conocía; por suerte solo un diez por ciento de ellos podía merecer la pena. Peto a él se lo encontró de frente una mañana mientras compraba chicles en el kiosco situado en la esquina de casa. Él no tenía pelos para llevar despeinado pero lucía la camisa sin planchar. Ella se fijó y él dijo que estaba demasiado ocupado para planchar un trozo de tela que algún día se rompería. Él tenía la vista cansada de tanto dibujar y meses después descubrió que solo se le pasaba haciendo retratos de ella. El se acostumbró a llevar camisetas y ella rapó su melena. Porque una vez que se conocieron solo quisieron tener tiempo para amarse y crecer

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