lunes, 13 de diciembre de 2010

la cabeza de María

María odiaba esa manía que tienen las personas de decir que su vida era un asco, incluso una mierda, y no lo odiaba por eso, si no porque, todos se quejaban pero ninguno hacía nada por solucionarlo. María tenía naturaleza luchadora y una cualidad, defecto o virtud que se basaba simplemente en no aceptar ninguna injusticia. María tenía dieciséis años, y como suele pasar, las personas algo mayores no la tomaban en serio. Ellos se lo perdían, María tenía mucho que decir, mucho que cambiar y aunque tenía mucho que aprender, tenía también mucho que enseñar. María pensaba que el mayor problema que tenía el mundo, era que no quería escuchar, que en la sociedad de hoy en día no había tiempo para escuchar, solo para hablar, y no había lugar para el silencio. Las personas hablaban de lo que no tenían que decir, de los demás de lo que oían, de lo que veían, de todo lo que pasaba y cuando no pasaba nada, se lo inventaban que era lo peor. No quiere decir que María viera mal la imaginación, jamás, era ella la que más imaginaba, pero imaginar y mentir no es lo mismo, pues la mentira lleva consigo algunas veces la mala intención y era eso lo que odiaba María, la imaginación con mala intención, la mentira para hacer daño. Muchas veces, esa mentira provenía de otro de los problemas más grandes de la sociedad, la poca solidaridad. Las personas pensaban en sí mismas, creían que antes que nadie debía estar su propia felicidad y luego, vendrían los demás, sin pararse a pensar que se puede ser feliz con un reparto de todo un poco más equitativo y que cuando ayudamos a los demás sentimos una fuerza, unas ganas y algo en el estómago que nadie podía explicar, el sentimiento más maravilloso del mundo. Otro de los problemas que tenía la sociedad era el poco sentido común de muchos y muchas, de personas que creen en la desigualdad, en la violencia antes que la palabra, que no tienen esperanza en el ser humano, ni en el mundo, personas que no luchan, que se quejan, personas sin esperanzas. Si las personas creyeran en la igualdad, no sabríamos que significa racismo, no habría violencia de género… Si las personas hablaran antes de pelear, si creyeran en la cultura, si se valorara un poco más la capacidad de debatir, no habría peleas por las noches en las discotecas, ni guerras, ni tantas muertes… Si las personas tuvieran esperanzas y creyeran un poco más en el mundo y el ser humano, el terrorismo no existiría, ni los asesinos, ni los ladrones… Si las personas lucharan con la palabra, por lo que creen, siempre respetando la libertad de los demás todo iría mucho mejor, y es que ahí está el problema de las personas, en esa palabra tan sencilla y tan fácil de decir como RESPETO una palabra tan, tan fácil de cumplir y con tan pocos partidarios de hacerla efectiva…. María todos estos pensamientos los decía en una frase, si las personas fueran como se dice que debe ser una persona, el mundo iría mucho mejor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que parece fácil siempre esconde muchos resquicios y el amor, la libertad y el respeto, empezando por uno mismo son metas por las que hay que luchar continuamente. No te engañes, aunque está bien que seas persistente y tengas esperanza en el ser humano.

cecilia cisneros arenas dijo...

Querido anónimo, mi intención al escribir esto es que alguien lo lea y piense si le merece la pena cambiar, María ha cambiado, y eso la hace mejor persona. Seguiré creyendo en las personas, personalmente he tenido una experiencia que me ha demostrado que si hay que tener esperanzas.