domingo, 18 de enero de 2015

Sería el corazón... que no da motivos.

Creo que eran sus ojos... esa mirada penetrante que se clavaba en el fondo de mi misma, que centraba el mundo en sus pupilas.

O quizás fuese su boca... el labio fino superior y el inferior algo más grueso... la dentadura blanca impoluta, la alineación perfecta de cada pieza. O ese beso que vivía en la comisura izquierda de su sonrisa.

O sus manos... pequeñas y suaves, firmes, tranquilas... protectoras al fin y al cabo

También podría haber sido su nariz... que sí! Que las narices aguileñas también tienen su encanto... que son interesantes.

La barba... definitivamente era la barba... pero... también me gustaba su piel afeitada.

No... seguramente fuera su forma de expresarse, su seguridad, su protecciòn, la forma de mirarme, hablar, agarrarse la barbilla con dos dedos, tensionar por segundos la mandíbula y peinar con la mano su pelo...

Bueno... al fin y al cabo... no me había fijado tanto como para estar segura de que era... pero había algo... alguna característica... alguna maldita razón, por la que yo no podía apartarlo de mi mente.

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