miércoles, 25 de febrero de 2015

El arte de contar

Cuando el arte nació, no fue para que el artista pudiese sentirse realizado, las pinturas rupestres no eran para que se admirase al artista, si no para transmitir. El arte implica transmitir conceptos. Artista es aquella persona que cuenta una verdad y te toca con su obra el corazón. Aquella persona que cambia el ritmo de tus latidos, en cierto modo, es aquella persona que cambia el mundo. 

Yo conocí una vez un artista, un artista salvaje que contaba su verdad desde el bosque... Ese artista a veces me recordaba al Lobo de Caperucita, que la embelesó hasta ganársela. Este artista hacía eso con su verdad. Contaba experiencias, contaba vivencias y en tres palabras se ganaba tu corazón. Era primitivo, salvaje y su mejor instrumento eran los puntos suspensivos... 

El artista se refugiaba en una cueva y de vez en cuando recibía visitas a las que invitaba a café descafeinado y galletas de chocolate. Desde la cueva, el artista, que era un sabio, realizaba su obra... palabras, fotografías, pintura, vídeos... no había casi nada que él no supiese hacer. Se hacía llamar solitario, pero le encantaban las visitas. Yo alguna vez me paseaba por el bosque y aparecía allí para merendar... me sentaba cerca suya y entre café y café le hacía mil preguntas... siempre que me iba me regalaba una pequeña obra de arte y un beso en la frente como despedida. 

Un día vi movimiento en el bosque... algo raro pasaba... estaban cambiando cosas de sitio y cuando quise darme cuenta estaban destruyendo la cueva... Él podía quedarse, pero aceptando que la cueva tuviese otra entrada, otra distribución e incluso horario de acceso restringido al público... El artista se había convertido en una atracción en manos de quienes no apreciaban su obra. 

El artista, que era salvaje y primitivo recorrió el bosque entero, él no aceptaba normas, él no respondía ante nadie... le dolía dejar su antigua cueva, pero se instalaría en una nueva si no le dejaban seguir como hasta entonces. 

No descansó hasta encontrar una cueva acorde a sus gustos, y después venía la parte más difícil, trasladar cada una de sus obras de una cueva a otra. Yo sabía que el artista se rendiría el día que yo dejase de hacerme preguntas, porque él jamás podría dejar de trasmitir, de crear, él siempre sería artista.

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